Circunstancias e Insta-drama me llevaron a las conversaciones que dieron a luz esta nota. Verás amiga lectora, tengo amigos y el que esos trabajen en la trastienda de algún que otro restaurante, debería ser suficiente para que supieras mucho acerca de ellos. El cocinero, chef, pinche, friegaplatos, el homo cuisinier, es una criatura peculiar, con una identidad definida y única que trasciende culturas e idiomas, un sentido del humor abrasivo y egos tipo zepelín.
Habida cuenta de todo esto, no te sorprenderá que a alguno de ellos se le haya ocurrido hacer crítica de los críticos gastronómicos que tenemos por estas costas. Y por supuesto, siendo estos los siglos que corren, todo terminó en redes sociales, no te diré más, estoy seguro de que tú también pones de tu parte en el drama del Insta-drama, así que date una vuelta por allá.
Apartando la naturaleza “quemadora” del cocinero promedio, a mí toda la “tiradera” (para usar el término más preciso a pesar de su etimología reggaetonera) me dejó con dudas. Algunas de estas con un matiz autocrítico.
A mí la autocrítica no se me da bien, lo sabes. Así que procuré volver sobre mis pasos. Si tienes la paciencia para ello, voy a irme calle abajo a través de las preguntas que me hice y las respuestas tentativas que encontré para ello. Nada de lo que sigue merece ser escrito en piedra, pero igual ayuda a los Insta-dramaturgos a zanjar sus diferencias y a ti a elegir tus críticos como eliges tus restaurantes.
Lo primero que me vino a la mente fue: ¿Qué (espacio para que coloques la palabra enfática de tu preferencia) es la crítica gastronómica?
Esa es fácil, para eso está la RAE. La crítica es un conjunto de juicios y opiniones basados en un análisis de un determinado tema o hecho, en este caso… gastronómicos. Más claro, ni la cerveza Parrandas.
Cabe comentar que todos hacemos crítica gastronómica todo el tiempo. En su forma más simple, sincera y común, ese “qué bien te han quedado estos frijoles”, constituye crítica gastronómica en mi opinión.
¿Y para qué sirve? O mejor… ¿Sirve para algo?
Eso depende… si admites que existen buenas prácticas… o mejor, malas, buenas y mejores prácticas en la gastronomía, entonces la crítica tiene el valor de ayudar a discernirlas. De vez en cuando conviene sacarle gas al zepelín de los egos gastronómicos, o elevar a quien nos trae emociones positivas.
Una crítica apropiada puede salvar una velada, o un negocio o darle una vuelta de tuerca a la creatividad y crear el espacio para una evolución, para un crecimiento.
El ensalzar o destruir esos frijoles, puede llevar a quien los hizo a dejar una receta en el menú, a cambiar o dejar ingredientes, a mantener un suministrador, el impacto de una breve frase puede sentirse en platos por venir.
Entonces… ¿Quién debe hacer la crítica gastronómica?
Todos tenemos derecho a una opinión, pero no todas las opiniones son relevantes. Si tomas “mi” definición de crítica gastronómica al pie de la letra, entonces la realidad es que ello está ocurriendo todo el tiempo y no se puede evitar. La gente come y analiza lo comido.
Lo que nos lleva al meollo del asunto: ¿Qué opiniones tomar en cuenta?
Está claro que las redes magnifican y amplifican todo, desde la inteligencia de los gatos hasta la calificación de tal o cual sujeto. Eso en sí no es malo, siempre que seamos conscientes de ello.
En mi opinión, para que tenga valor una opinión, debe tener dos características: primero, tiene que ser sincera, estar desprovista de agendas ocultas. Segundo, debe haber una argumentación y esta debe ser coherente, estar calzada por el conocimiento más allá de las subjetividades.
Cuando hablas de los frijoles, lo haces desde la experiencia de haber comido muchos platos de frijoles, y en buena cantidad de casos, desde el conocimiento de lo que conlleva hacer frijoles tanto desde los ingredientes como desde la preparación.
Hablando de frijoles, me tengo que ir a almorzar. No tenía en plan hacer esta publicación seriada, pero haces demasiadas preguntas, lectora mía, así que seguiremos conversando de este tema la semana que viene.