“El preparador de oti en el cielo se llama Ooba, cuando los irunmolê toman su bebida, todo lo que ellos desean les sale iré, porque Ooba siempre pone aché en la bebida de cada quien (…). Por eso, los Orishas piden antes de empezar cada ceremonia: Sóplame poquito, pero con aché.”
Las campanas anuncian la alegría o la desdicha. El sonido recorre todos los rincones, mientras hombres y mujeres levantan la vista y saben con certeza que algo importante ya comienza. Y la suerte puede cambiar. En una amplia casona colonial, antigua morada del Obispo de Espada, que mantiene el estilo ecléctico con el que fue construido hacia el año 1772, se alza el Museo del Ron de La Habana, y su campana a los pies de la escalera principal, siempre anuncia el júbilo; el inicio de una expedición por la historia y la producción de la bebida más emblemática y genuina de la gastronomía cubana: el ron Havana Club.
Desde que abrió sus puertas a finales de marzo del 2000, como una vitrina de la legendaria marca, el centro de visitas dedica cada jornada a llevar a los visitantes por una suerte de aprendizaje, desde el deleite de cada trago que pueden degustar hasta los aromas que, también amenizados por los habanos que allí se ofertan, hacen el maridaje perfecto con cada botella.
Llegarse a la calle San Pedro (conocida por todos como Avenida del Puerto), esquina Luz es la única coordenada que el viajero de ocasión por la ciudad o el cubano curioso deben seguir. Grethel Perdomo, Jefa Comercial del Museo nos explica que las visitas se concertan a través de agencias de viaje o con reservaciones en la propia recepción del lugar, siendo este último el método más demandado entre los turistas de paso por el Casco Histórico. “La recepción concentra parte de esa dinámica y efectividad, ya que los clientes llegan y reservan para cualquier momento del día. Además, las visitas se ofrecen en 5 idiomas (inglés, alemán, español, italiano y francés), una fortaleza que los extranjeros agradecen constantemente”.
La expedición comienza precisamente con esa campanada, sencillo tributo a aquel repique que anunciaba en los cañaverales cubanos el inicio de la jornada de trabajo, donde los esclavos cortaban la caña de azúcar de cuyas mieles se destilan los rones. Para el visitante el sonido también es interpretado como señal de buen augurio y le recuerda que el espectáculo está a punto de comenzar.
La historia de los maestros del ron cubanos (declarados Patrimonio Inmaterial de la Nación Cubana ) y la mística que esconde los cónclaves en los que diseñan el ron Selección de Maestros; el secreto en la madera de cada barril; la clasificación de materias primas; así como los procesos de destilación y la magia que hace del ron Havana Club el mejor del mundo, son solo una parte de todo lo que se nos revela la expedición. Para el cubano Hani Salem, el valor del tour trascienda la historia del ron, porque se adentra en la cultura y tradiciones de Cuba y especialmente de La Habana. Esa sorpresa a partir del descubrimiento de tantos secretos durante el recorrido, también motivó al catalán Ferban y a la uruguaya Triana Gamarra, quienes dejaron sus impresiones en la plataforma de viajes Tripadvisor, realzando además la gentileza y conocimiento de los guías, los que hacen del trayecto un verdadero paseo, entre risas y datos curiosos.
El bar corona el patio interior. Rodeado de columnas, luz y música nos invita a probar el Guaravana, un original coctel nacido del ingenio del cantinero Alexis Batista. La frescura y sencillez de su preparación ha sido parte de la popularidad que ha alcanzado entre turistas y nacionales, por lo que no es extraño encontrarlo en otros lugares de la Habana. Pero su origen es 100% Museo del Ron. Así lo reconoce Grethel Perdomo, antes de revelarnos el secreto de su elaboración, que básicamente consiste en verter en un vaso de 8 onzas, hielo, 45 ml de Ron Añejo 3 años y llenar en partes iguales guarapo y jugo de naranja. Es precisamente el cítrico quien preserva la bebida de la oxidación natural del guarapo, un truco que se mantiene en su variante de coctel llamado Guarañejo, y que sustituye el ron por el Añejo 7 años.
Casi al final de la expedición está el bar de degustación, otro espacio que privilegia el aprendizaje detrás de cada preparación. Actualmente mantiene como bebida icónica el Añejo 7 años, aunque Grethel no duda en adelantarnos con un guiño, que esperan abrir el 2019 presentando la canchánchara como la bebida a saborear, antes de pasar a la tienda especializada, una oferta que se ha convertido en parada obligatoria antes de la despedida.
Sucede que este Museo reconoce las pasiones y encuentra espacio para satisfacerlas, en cada rincón de la casona. Los más entusiastas de los clientes regresan y recomiendan el lugar y sus diversas propuestas a sus amigos, nos revela Grethel. Entre las ofertas especiales, que no se incluyen en el recorrido guiado, está el maridaje con habanos, una experiencia que buscan ampliar a café y chocolate, a partir de las propias recomendaciones de los visitantes. Y la sugerencia de lujo: las degustaciones.
“Son ofertas especiales que, cuentan con un prestigio internacional y son llevadas a cabo por maestros consagrados en el oficio”, nos precisa la joven. Existen dos variantes: Degustación de los pilares de la marca, que presentan Añejo 3 años, 7 años y Selección de Maestros. Y la Experiencia Prestige, una cata que se realiza en un salón privado y experimenta los sabores del Selección de Maestros, Añejo 15 años y Unión.
El ron Havana Club representa el símbolo y la convergencia de tradición, modernidad y cubanía. Visitar este Museo es la experiencia para entender los secretos de la bebida dorada y llevarse en el paladar, el recuerdo del más auténtico sabor de la Isla.