A tono con un año en sus primeros compases, que siempre, sea cual sea la circunstancia vivida, nos arroja a pensar en grande hacia un futuro más pleno, llega este intento por rescatar también lo grande de nuestra cocina más literaria, cinematográfica y cubanísima en esencia. Hablamos pues de una cena lezamiana.
Probablemente si leíste Paradiso, del genio José Lezama Lima, o viste el filme Fresa y Chocolate del incomparable dúo Tabío-Gutiérrez Alea -basado en el libro El lobo, el bosque y el hombre nuevo de Senel Paz-, ya sabrás de qué te hablo. No te preocupes si no pudiste pasar de la página 10 de la novela de Lezama, Guillermo Cabrera Infante tampoco pudo, y no seremos nosotros quien juzguemos la paciencia del escritor.
Pero, Dieguito, ¿un almuerzo lezamiano? ¡Eso es como cien dólares!
La fastuosidad culinaria en el relato clásico, y el homenaje que realizan al mismo la noveleta de Paz y la película, son los que catapultaron al imaginario popular el término de "cena o almuerzo lezamiano". Curiosamente, pocos recuerdan en qué consistían los platillos, pero sí lo identifican como una comida con ingredientes un tanto difíciles de conseguir, sobre todo en los años de período especial, en los que se estrenó la cinta. Básicamente, se trata de una comida consistente en sopa de plátanos, souflé de mariscos, ensalada de remolacha, pavo relleno y crema helada, a partir de dulces en conserva de coco y piña.
La receta en su propia concepción puede parecernos rara, hedonista, contradictoria, y lo es, quizás como la misma esencia de nuestra idiosincrasia; pues precisamente se trata de una mezcla de elementos cubanos y foráneos para representar las propias escenas que describen ambos productos artísticos (el libro y la película), donde los personajes variopintos, con sus cargas de dudas, rencores, anhelos y descubrimientos propios, convergen en el escenario alrededor de una mesa para disfrutar, no solo de los platos que ofrecen los anfitriones, sino también para convencerse, y convencernos, de que un mismo sabor puede paladearse de infinitas maneras.
Senel Paz, quien también fungió como guionista de Fresa y Chocolate, convierte este filme en una sucesión de guiños a la obra de Lezama, no solo en un sentido de homenaje al autor proscrito, sino al hombre detrás de la pluma, quien era conocido por su vocación comilona y refinada, lo que fue objeto de críticas injustas, al no entender que el ansia de independencia y autodeterminación de un país, no tiene que estar alejado necesariamente de un buen vino, un mantel elegantemente dispuesto y un jugoso filete.
Diego es la reencarnación de Doña Augusta, anfitriona en Paradiso y que matiza el símbolo del cubano (a) frente al fogón; sabio, creativo, pícaro. De pronto deja de ser Diego, deja de ser Doña Augusta y eres tú quien está cocinando, intentando comunicar algo más que simples sabores, ofreciendo la verdadera esencia de la comida cubana, heredera de una cultura que bien puede mezclar los secretos del viejo chino inmigrante, el negro esclavo africano y la señora remilgada española.
Doña Augusta destapó la sopera, donde humeaba una cuajada sopa de plátanos. -Los he querido rejuvenecer a todos -dijo- transportándolos a la primera niñez, y para eso le he añadido a la sopa un poco de tapioca. Se sentirán niños y comenzarán a elogiarla, como si la descubrieran por primera vez. He puesto a sobrenadar unas rositas de maíz, pues hay tantas cosas que nos gustaron de niño y que sin embargo no volveremos a disfrutar.
Ya no son ellos, eres tú quien además de seleccionar un menú impecable, correctísimo, has dispuesto en una mesa un mantel blanco que tal vez tenga algunas florecitas discretas, rescataste la vajilla que con tanto celo guardas y retomas mentalmente una lista de conversaciones distendidas, aunque conociendo a los invitados, sabes que esto difícilmente se cumplirá y todo caerá por los temas tabúes (sexo, política, religión) mientras tú no podrás apartar la vista de los cubiertos que desplazan los bocados de comida hacia las inquietas bocas. Y así, nerviosamente, aunque con cierto alivio, pues las sonrisas delatan que todo ha salido bien, mirarás a la cámara que es lo mismo que mirar a quien lee esto y preguntarás ¿Qué, te atreves tú?