Según cuenta uno de los patakíes, cuando el iracundo dueño de los océanos Olokun, cubrió la tierra de agua para castigar a los olvidadizos humanos que descuidaban sus atenciones, solo un hombre logró que Olofi escuchara las plegarias de sus hermanos hacia las que, hasta ese momento, había sido indiferente: el austero y trabajador Orisha Oko.
Angustiados y sin más espacio para vivir que la cima estrecha de una montaña, todos se empeñaban en construir señales que conmovieran al creador del mundo y los salvara de su penosa situación. Sin embargo, mientras los demás intentaban los recursos más desesperados, el humilde agricultor transformó la tierra en un hermoso y sencillo mensaje que, finalmente, cautivó los ojos y el corazón de la divinidad.
Con sus instrumentos de trabajo Orisha Oko aró siete inmensos surcos, en los que sembró plantas de siete colores diferentes que Olofi divisó en cuanto las primeras luces del día bañaron la ladera de la montaña.
Impresionado por la belleza que veían sus ojos, quiso conocer a su creador, quien una vez en palacio logró que la poderosa deidad los librara del injusto y rescatara para el cultivo de viandas y frutas los terrenos que, hasta hace poco, permanecían cubiertos de agua.
---------------
---------------
También se dice que Obbatalá, divinidad creadora de la Tierra, confió en él para que atendiera sus inmensos cultivos de ñame, un fruto sagrado cuya fórmula era secreta. Sin dudas el más indicado para esta tarea era el discreto labrador Orisha Oko, quien fue seleccionado para proteger y cuidar los sembrados que, en lo adelante, crecieron escondidos a la vista de todo el mundo.
Por estas historias a Orisha Oko se le conoce como la deidad encargada de la alimentación en la tierra. Bajo su mirada protectora florecen los campos, crecen las cosechas y maduran los frutos que luego sus hijos recogen agradecidos. Es también patrono de los labradores y campesinos que se encargan de llenar la mesa con las maravillas de la naturaleza y el trabajo afanoso.
No obstante, según la religión Yoruba, Orisha Oko no rige en soledad la salud de las cosechas, sino que se acompaña de Oké y Oggué para traer la lluvia a los sembrados y la salud a los animales de cría.
En el proceso de sincretización se le asocia con San Isidro Labrador, un jornalero que pasó toda su vida trabajando en el campo, y entre las herramientas que se le atribuyen nunca faltan el arado de bueyes ni otros instrumentos tradicionales.
Todos los frutos lo complacen, toma con gusto una ofrenda de carnes de cualquier tipo y al decir de Natalia Bolívar en su libro Los Orishas en Cuba, disfruta especialmente los buñuelos de Pascua, para cuya preparación se necesita yuca, calabaza, malanga y un poco del mismo fruto divino que cuidara celosamente para Obbatalá: el ñame.
En las diversas bibliografías, algunos puntos divergen. Por ejemplo, el texto Principios básicos, procedimientos y fundamentos de las reglas de Ocha en la religión yoruba, de la autoría de Celia Blanco refiere: “La comida de éste Orisha no se hace en casa, se prepara, se ofrece al santo y luego se envuelve en un mantel rojo y blanco, y se da de comer a la tierra, enterrándolo todo en la manigua. Solo trozos pequeños se dejan al pie del santo. El Banquete de Orisha Oko no se ingiere, pues él es quien recibe a los difuntos que le entrega Oyá”.
Encabezando a las deidades que desfilarán por nuestras páginas en estos días, está Orisha Oko, el que hace parir la tierra y provee a cada hogar de un plato repleto de alimentos.
Ilustraciones: Orishas’Collection cortesía Lisse Leivas