Imagen: Conformada a partir de una pieza de la exposición Dicha Grande de Yasser Lezcano.
Tras la espera y el intercambio epistolar, logran finalmente reunirse Martí y Gómez con Maceo en el ingenio La Mejorana en el poblado de Dos Caminos, en San Luis, Santiago de Cuba.
De este encuentro, trascendente e histórico pero mucho menos formal de lo que cabría esperar dada su importancia y los temas que se trataron, no quedó acta.
Lo que ha trascendido proviene de testigos y de la documentación generada por los protagonistas.
Se sabe que hubo un choque entre las visiones de Martí y de Maceo respecto al gobierno de la guerra que comienza y de la República que está naciendo. El segundo propugna la creación de una junta de generales con mando, y tienes sus razones para ello, pues los gobiernos civiles impusieron costosas trabas en el pasado a la toma de decisiones en el campo de batalla. El primero, que ha visto los nefastos resultados del caudillismo en toda la América, desea un gobierno civil que dé independencia al ejército para la ejecución de las tareas a este asignadas.
El resultado parece ser un distanciamiento entre los involucrados: “me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante. Lo veo herido—―lo quiero—me dice—menos de lo que lo quería” consigna Martí en su diario.
El almuerzo sobre el que continúan el debate es de lujo, el propietario de La Mejorana fue pródigo en bebidas y comida. “Maten tres, cinco, diez, catorce gallinas” es la frase que pone Martí en sus labios.
Sin embargo, la precipitada salida de Maceo rumbo a su propio campamento los deja pernoctando casi a la intemperie y desprotegidos. Un gesto que Martí y Gómez encajan como un desaire. Un desaire que Maceo tendrá oportunidad de enmendar al día siguiente.