Se mueven hacia Jarahueca. Por el camino, en el ingenio Palmarejo, se proveen de ganado: 5 reses que se llevan consigo. Arriban finalmente al Alto de Santa María, un campamento que domina la zona.
Se les ofrece una comida compuesta apenas por queso y pan, que, según consigna Martí en su diario, habrían rechazado debido al cansancio que los embargaba, en favor de dormir un poco.
Pero resulta que en el campamento se les une George Eugene Bryson, corresponsal del New York Herald, uno de los periódicos más importantes de los Estados Unidos en la época.
Martí quiere aprovechar la tribuna que el Herald le ofrece en sus páginas para presentar “al pueblo de los Estados Unidos y al mundo, las razones, composición y fines de la Revolución” y para ello trabaja con Bryson por dos días.
El documento resultante es sobrecogedor por la pasión que destila. Martí no solo argumenta las razones que llevan a la guerra, la necesidad de la Independencia como único camino para el desarrollo económico y social del país que de ella emerge, no solo hace un recorrido por la historia de España y Cuba para demostrar que dichas razones hunden sus raíces en el pasado y son resultado lógico de un devenir, sino que hace una enumeración cabal de las virtudes que adornan al cubano (vigoroso, ingenioso, industrioso, ágil de mente, de carácter fuerte y dispuesto al sacrificio). Cualidades, por cierto, de las que aun presumimos quienes nacimos en esta tierra.
De alguna manera, el saber que esa poderosa narrativa es redactada por alguien alimentado apenas con pan y queso, sirve de refuerzo tácito a lo enunciado. Está fechada el 2 de mayo, aniversario del levantamiento popular del pueblo español contra la dominación napoleónica, lo cual es enteramente circunstancial, pero definitivamente poético.