Se mueven dentro del mismo campo a una posición que Gómez considera más ventajosa y que los historiadores consignan como Travesía 2.
Uno comprende mejor las razones para las reiteradas referencias de Martí, Gómez y otros jefes militares a la necesidad de mantener con rigor la disciplina y evitar el saqueo y el pillaje, cuando lee las condiciones en las que se peleó. Al respecto, Sarmientos Ramírez comenta:
Sorprendentemente algunos de los combates de mayor trascendencia y mejores resultados para la fuerza insurrecta son liberados por el soldado con el estómago vacío, carentes de alimentos, y algunos de los enfrentamientos se producen con más de tres días sin haber podido probar comida caliente; una privación constante en todo el período de lucha y anormalidad que eleva a jactancia el orgullo de los miembros del Ejército Libertador de Cuba, en sus respuestas a muchas de las críticas despectivas en torno al estado deprimente y hambriento de los insurrectos.
En la Guerra de los Diez Años las fuerzas mandadas por el general Calixto García Íñiguez, son las de más sufridas en este aspecto; durante años mantienen una situación deplorable. A juzgar por lo que Antonio Pirala y Criado expresa en Anales de la Guerra de Cuba:
La zona en que operaban comprendía de este a oeste, entre el Cauto y Contramaestre y de sur a norte, entre el Cauto y camino Central y antes de la guerra carecía de cultivo: aquella extensión de terreno se compone de montañas cuajadas de árboles aunque no era mejor de las que mandaba Gómez y lo mismo la de todo el Oriente (...) En el campamento de Bejuco hubo ocasiones en que la gente que no estaba de servicio, iba a los asientos de las haciendas Mafero a racionarse cargando saco (jolongo) de mangos, único alimento.
La misma situación que tiene el general Máximo Gómez en Hicotea y en Monreal, antes de que Calixto García se estableciera en el campamento del Bejuco. Durante semanas, los insurrectos se alimentan con majases silvestres y muchas pieles encontradas en ranchos abandonados las cuecen en pedazos para alimentarse. En el campamento de Cambute, uno de los núcleos donde el déficit alimenticio es más creciente, se llegan a comer ratones y majaes, y lechuzas en otras partes de la misma zona de la Sierra Maestra.