Permanecen en casa de José Pineda y Gregoria Rodríguez, y comen de una res matada el día anterior. Gómez aprovecha para preparar esa mezcla de coco rallado y miel que aún es popular en la zona. En la mañana, a guisa de desayuno, beben guarapo caliente y comen chopo.
Martí consigna una entrada en la que nos lega una descripción del paisaje que rodea esta casa que al parecer causa una enorme impresión que toca la sensibilidad del poeta:
«Al fondo de la casa, la vertiente cara al río cargada de cocos y plátanos, de algodón y tabaco silvestre: al fondo, por el río, el cuajo de palmas; y por los claros, naranjos: alrededor los montes, redondos, verdes: y el cielo azul arriba con sus nubes blancas, y una palma mitad en la nube, mitad en lo azul».
Llama la atención el volumen en el que se adquiere miel. Al menos un galón (posiblemente más) a los que el campesino que la vende añade a posteriori 2 más. Más interesante resulta el dato por las continuas referencias al uso de sustancias edulcorantes a base de caña de azúcar, como el guarapo.
Justo el día anterior, Martí consignaba en su diario un intercambio con Gómez en el que este llamaba la atención sobre las cualidades de la miel para aliviar las penurias generadas por la sed. Amén de ello y de su alto contenido alimenticio, la miel ha sido altamente valorada durante diversas contiendas a lo largo de la historia debido a sus cualidades antisépticas.