Marchan hasta el Iguanábono en donde acampan a media mañana.
Desde una casa cercana mandan de regalo una gallina y miel para el almuerzo y Martí consigna en su diario el reabastecimiento de la tropa que carga plátanos y sacrifica reses.
Aprovecha el Apóstol para escribir cartas esa noche a destinatarios dentro y fuera del país.
La lectura de las epístolas de Martí en ese período pone en contacto con una estrategia, con una visión integral de los procesos que desembocarán en la victoria y la Independencia. Como parte de esa estrategia deben entenderse las dos circulares emitidas por Martí y Gómez, una dirigida a los hacendados y otra a los jefes insurrectos. En ambas se hace hincapié en suplir las necesidades materiales (ropa, alimentos y otras vituallas) que impone la guerra, respetando, a la vez, el derecho y la integridad de los ciudadanos. O como reza un pasaje de una de dichas circulares:
La guerra demandará con moderación los servicios indispensables para su mantenimiento, y usará sin vacilar de los servicios legítimos que con imprudencia, ingratitud e injusticia se le nieguen. Las propiedades extranjeras serán siempre respetadas, en observancia estrecha de las leyes de la guerra culta, a menos que no pierdan de su propia voluntad el derecho que las protege, amparando o sirviendo al enemigo. La guerra tiene derecho a mantenerse del país en cuyo bien se hace, y de él se mantendrá; pero condena la violencia innecesaria y la devastación inútil.