Si eres lector viejo de estas notas no tienes que fingir conmigo: como sobre el filo brevísimo de una cuchilla, te traigo suspendido entre el amor y el odio, entre el entretenimiento y el hastío con mis continuas referencias a mi secuaz, la L.
Este ejemplar único de aspirante a doctora en las oscuras artes del turisteo, con sus 75 kg de intensidad a toda prueba es (¡salve Sir William Shakespeare!) mi roommate, mi classmate y mi teammate.
La primera de estas funciones, descrita en nota anterior sobre la limonada con mango, es ejecutada en la decadente morada que compartimos en el interestelar conglomerado humano de Santa Fe.
El nuestro es, amigo lector, un núcleo familiar poco ortodoxo en el que no faltan el amor y la comprensión, la camaradería y el optimismo, la honestidad y la ternura y en el que no falta, por sobre todas las cosas, el vodka.
Aprovecho la ocasión para extender a la honorable Embajada de la Federación Rusa, testimonio de mi agradecimiento, el del nuestros lectores y el de la provincia de Villa Clara (cuartel de esa bebida en Cuba) al pueblo de esa nación por la invención, consumo en cantidades ingentes y exportación a países menos afortunados, del vodka.
Comúnmente añadido de forma subrepticia al helado de chocolate a medio derretir - una travesura que te aconsejo cometer de vez en cuando - el vodka es el componente activo del trago mezclado que hemos convertido en la firma de la casa y en cuyos secretos te voy a iniciar.
Requiere, amén de la bebida alcohólica, una piña, vasos largos, azúcar, agua, mucha paciencia y al menos una semana de anticipación gozosa.
Tomas la piña, la pelas, guardas todos los desechos excepto la corona (la cual debes entregar a un agricultor especializado para que comience el ciclo de nuevo). Haces jugo con la fruta. El jugo no tiene nada que ver con esta receta, así que dejo a tu juicio qué harás con él.
Los restos del colado los sumas a las cáscaras y el corazón. Los echas en un recipiente grande de boca estrecha (nosotros empleamos un pomo de esos de 5 l de agua) y cúbrelos con agua hervida.
La cantidad es variable, pero para una piña grande usualmente 2 litros van bien.
Una advertencia, no es conveniente usar recipientes de metal y si empleas uno de cristal, debes cubrirlo con una gasa y no cerrarlo herméticamente: puede explotar. Es en serio.
Lo colocas debajo del fregadero. Si no tienes fregadero, se creativos, solo tiene que estar en un lugar seco, oscuro, ventilado y tranquilo. Si no quieres que tu ropa huela a piña por semanas, no lo pongas en el closet. Es en serio.
Mínimo 7 días después, lo sacas del recipiente, lo cuelas y añades azúcar al gusto. Puedes repetir el proceso con la misma masa de desechos de piña, pero créeme, ya nunca será igual. Felicidades, es una garapiña, como probablemente ya hayas adivinado. Una bebida ácida, y con un leve sabor fermentado. Los hay que le añaden azúcar inicialmente para que contenga también alcohol, pero si recuerdas, nuestro propósito es armar un trago que contiene vodka, así que resultaría algo redundante.
Hablando de ella, tu botella de vodka ha estado esperando en el congelador toda esa semana. La bebida dentro de ella tiene ese aspecto oleaginoso que indica que está MUY frío. Lleva tu garapiña a una temperatura al menos similar y estaremos listos.
Sacas tus vasos largos del refrigerador (siempre guarda tus vasos largos en el refrigerador) vierte 50 ml de vodka helado y rellena con garapiña helada. Adorna con un sexto de una rodaja de piña y pon un absorbente. O al menos haz eso si quieres pasarte de presumido.
Es un primo exótico del screwdriver si así lo prefieres. Me gusta pensar que lo fundamental en este trago no es el resultado (aunque sea bien armado y mejor bebido), sino el camino de artesano que lleva a su construcción. Un regalo para preciosistas que, con pocos recursos se deleitan en los escarceos previos que dan sabor y placer a la cocina y la cantina.