El verano es el momento perfecto para disfrutar de un cóctel refrescante en una apacible noche. Sin embargo, antes de que alargues la mano para alcanzar ese mentolado mojito o dulce sangría, considera la posibilidad de salirte de tu zona de confort moderna e ir en pos de tragos con más de 100 años de edad.
"Algunos de los mejores cócteles que nos vienen a la mente hoy, el martini, el daiquirí, el Manhattan, todos nacieron en medio de la Prohibición de la década de 1860", nos dice Derek Brown, un galardonado cantinero que ha estudiado la historia del alcohol en EE.UU.
Los historiadores han bautizado a ese periodo como "La Edad de Oro de los cócteles", una era en la que los barmans fueron particularmente creativos. Brown nos dice que las mezclas de estos bares fueron originalmente más simples, pero probablemente más sabrosas, que las versiones actuales con las que están familiarizados los amantes de la coctelería.
Pensemos, por ejemplo, en el daiquirí.
"La mayoría de la gente espera conseguir un daiquirí cuando están pasando por una ventana drive-through en Nueva Orleans... y va a estar lleno de alcohol de grano, colorante rojo y cosas por el estilo", dice Brown. En otras palabras, tiene una mala reputación. Pero el daiquirí original, dice, "es realmente algo muy simple -es el ron, limón y azúcar".
Al ingeniero norteamericano Jenning Cox se atribuye la invención del daiquirí durante el periodo en el que trabajó en Cuba, a finales de 1890. De acuerdo con la leyenda, estuvo jugando con ron Bacardí a la búsqueda del sabor perfecto. Cuando lo logró, le dio a la bebida el nombre del pueblo en el que estaba trabajando. La hoja de papel en la que garabateó la receta se encuentra hoy en la biblioteca de la Universidad de Miami.
"Había bastante gente bebiendo ron por esos días, y usando limón y caña de azúcar. Pero fue su fórmula en particular la que devino el daiquirí", dice Brown.
El daiquirí permaneció en Cuba hasta que el Almirante Lucius Johnson supo de él. Cautivado por el cóctel, el almirante lo introdujo en el Army and Navy Club de Washington D.C. en 1909. Desde ahí se extendió como un reguero de pólvora, deviniendo, eventualmente, el favorito de Ernest Hemingway y John F. Kennedy.
La receta original de otro coctel de esa era, el martini, sería irreconocible para los fanáticos que lo ordenan hoy.
"Hoy en día entras en un bar y pides un martini y es posible que acabes obteniendo vodka caliente con un montón de aceitunas dentro". "[Esto] enmascara el verdadero carácter del martini. El martini original era ginebra, vermut y cortezas de naranja".
Barmans, entonces y ahora, a veces se refieren al martini hecho a partir de la receta original como silverbullet o crispcocktail, dice Brown, debido su sabor increíblemente prístino y fresco.
El origen del Manhattan, un tipo de cóctel íntimamente relacionado con el martini, es algo oscuro.
En su libro "Imbibe!" el historiador del alcohol David Wondrich escribe que el cóctel fue probablemente inventado en el Manhattan Club, una organización social del partido Demócrata en New York.
Otra historia apunta a más orígenes elitistas: sugiere que la Señora de Randolph Churchill no solo fue la madre de Sir Winston, sino que también engendró este cóctel -se dice que fue ella quien ordenó una combinación de whiskey de centeno y vermut para un brindis, durante una visita al Club de Manhattan.
Si bien no conocemos todos los detalles, sabemos que la Edad de Oro delos cócteles fue el momento en el que los americanos aprendieron a amar los tragos mezclados.
La primera guía de cantineros fue escrita en 1862 por Jerry Thomas, quien es considerado el padre de la coctelería americana. "Ello en realidad solo marca el inicio de este período increíblemente creativa en la toma de excelentes cócteles", dice Brown.
Thomas es famoso por convertir la cantina en un espectáculo. Su trago insignia fue el Blue Blazer, un cóctel que flameaba y trasvasaba entre dos vasos para crear un arco de fuego. Oh, y hacía todo ello con dos ratas blancas subidas a sus hombros.
Este tipo de teatrales presentaciones, y las novedosas mezclas saborizadas, ayudaron a aumentar el entusiasmo por el alcohol, pero también son culpables de estimular el alcoholismo galopante que llevó a las mujeres sufragistas a denunciar los males sociales del alcohol, lo que condujo eventualmente a la Ley Seca de 1920, dice Brown.