Los amantes pocos y seguidores probablemente menos de estas croniquillas conflexivas* que amablemente me publican (pero no me pagan) bajo la etiqueta Lugares, estarán de plácemes pues el evento tan largamente esperado, esto es, el regreso a la Patria, luego de cumplir larga misión internacionalista en tierras de herejes, de mi Novia la Turista, tuvo lugar este lunes en la tarde.
Sí, estimados amigos, se anuncia el fin de los ataques depresivos y la sequía de palabras y soplan vientos de buenos augurios que presagian futuras anécdotas a ser compartidas en este espacio.
Un aplauso para mi novia señoras y señores.
Como bien sabemos los que en alguna ocasión hemos abandonado el suelo patrio, aquella tonada que asegura que "Cuba se extraña" no está para nada descaminada.
La naturaleza de tal nostalgia varía según el temperamento, gustos y matices predominantes en la oscura y visceral relación que tenemos los cubanos con nuestra tierra/cultura/peculiar manera de ser y por supuesto con las diferencias que nos separan del país que nos recibe.
Y nada mejor para expresarlo que la música y los sabores.
Por ejemplo, en mi caso fue todo cuestión de torticas de morón y dulce de guayaba. Estoy seguro de que más de uno se sonreirá (y hasta su lágrima boba habrá) pensando en lo mucho, mucho, mucho que se extraña el dulce de guayaba.
Mi novia, por su parte extrañaba otras sensaciones, el sabor de las bebidas refrescantes, la intensidad de la sazón de los platos fuertes, los cocteles.
No es extraño, por tanto, que en la primera oportunidad posible, mientras deambulábamos por el Vedado, nos entrara el antojo de picar algo.
Y así terminamos en Motivos y Razones.
Estos hermanos gemelos comparten piso alto de una ahora extensa propiedad en la esquina de 5ta y F. Razones, el primero en nacer, es cuarto amplio, climatizado y con barra de bar, medias luces, paredes oscuras. Resulta contradictorio conceptualmente pues aunque la atmósfera invita a la intimidad, el espacio resultante entre las mesas termina siendo mínimo.
Debido a ello me sentía inclinado a recomendarlo solo para cenas en familia o algo por el estilo. Sin embargo, la primera y segunda visitas me mostraron una carta muy creativa, con platos de diversas nacionalidades, mezclados y criollizados si el término es permisible.
Fue allí que cené un más que memorable pescado con salsa de maní que aun arde en mi memoria. Por tanto afirmo que vale también para impresionar a cualquier "significant other" con un presupuesto relativamente modesto.
El día en cuestión, sin embargo, llegamos a media tarde, así que decidimos quedarnos por un par de tragos y unas tapas compartidas y para ello resultaba más propicio Motivos.
Lo que descubrimos es que la estrategia obvia de los propietarios es abrumarte de sensaciones. La decoración pasa de barroca para meterse en el oscuro brezal de lo barroquísimo: Techo de polímero con molduras de yeso, 2 fuentes, una de ellas con una cabeza de león, 3 colecciones de fotos diversas con marcos más que atrevidos, un horno de ladrillo. Uno esperaba ver salir a Francois Vatel y a Luis XII de cualquier esquina en el momento más inesperado. Los estudiantes de arquitectura que tengan dudas respecto al significado del término ecléctico (duda imposible en Cuba) pueden con confianza pasar por ahí.
¿Qué digo? El piso ante la entrada del baño es una pecera y el baño per sé es un gimnasio para egos narcisistas. Tantos espejos necesariamente tienen que ser una amenaza para la moralidad de las nuevas generaciones.
Lo asombroso es que el conjunto resultante, sin ser para nada armónico, es placentero y sobre todo funcional y confortable. El ojo curioso no encontrará tiempo para saciarse y el cerebro para procesar todas las sensaciones resultantes.
El servicio es otra razón: el cancerbero que nos esperaba a la puerta fue suficientemente firme como para hacernos notar que toda clase de personas con toda clase de propósitos se presentan en ese lugar y a la vez tan amable como para que no pudiéramos quejarnos de su gestión.
Nuestra dependiente gastronómica (a la que sorprendimos en varias ocasiones bailando con Ricky Martin), parecía en su mundo hasta que necesitábamos lo más mínimo, momento en el que mediante un leve toque mágico aparecía a mi diestra. Levantar el dedo índice de mi mano derecha (gesto que repetí en varias ocasiones) parecía suficiente para conjurarla. Nada era imposible para ella, dominaba los ingredientes y si no, consultaba para encontrar la respuesta.
Pedimos cocteles y alguna bebida refrescante, acompañados de la picada de la casa: Los motivos del chef.
Hago constar en este comentario que el daiquirí es una ciencia y la cantinera del lugar aprobó la asignatura sin problemas. Después del segundo, el ligero mareo al levantarme me anunció que había hecho bien su trabajo.
En el plato, por demás, habían colocado una copia fiel de lo que conceptualmente es la casa. Un caleidoscopio de sensaciones: pepinos con queso crema (que claro... ¿cómo no se me había ocurrido antes?), jamón serrano con salsa de guayaba, seviche de pescado y salsa verde, camarones. Las combinaciones posibles se acumulaban hasta el infinito escapando del coto cerrado que delimitaba el borde del plato.
Afuera era la tarde y el olor a sal, un sol sádico sobre las espaldas. Condiciones que nos atrevíamos a desafiar desde la altura de esta atalaya.
Sentado ahora frente al teclado, repaso sensaciones. Ella viene a buscarme, se anuncia... los tengo que dejar.
*El término conflexión es propiedad del artista gráfico Garrincha quien lo define como una mezcla a partes iguales de reflexión y confesión.