De regreso sobre nuestros viejos pasos, zapatillas de consumidor en ristre, echamos una ojeada más cercana a nuestro objetivo: un restaurante capaz de dar cabal satisfacción a nuestras expectativas. La elección de tal conato de quimera puede, en efecto, ser un proceso bien simple: bastará el sentarnos en una mesa de esquina y si nos gusta el ambiente, nos satisface la comida y el precio perdona bolsa y vida, pues ya tenemos un ganador.
No pretendemos vender fórmulas a nadie: maestros tienen libritos tanto como comensales tienen cubiertos, pero de seguro el proceso se beneficiará de un intento por descifrar las lógicas que subyacen debajo de la industria de la restauración. Solo si se sabe se puede divisar el bien.
Así, de frente al restaurante promedio de esta Ciudad (si es que tal cosa existe), son altas las posibilidades de que la primera interacción transcurra a través de la muestra de lo que el establecimiento considera principal carta de presentación, anzuelo cebado, arma secreta y carnet de identidad: la carta menú.
Por dramática que suene la introducción, una carta puede establecer la diferencia entre que un individuo a la caza de lugar y experiencia pase de largo o decida adentrarse en el resto de la aventura y esa es una decisión sin términos medios. Cuando se confronta a un usuario con la carta, algo sucederá. Si el restaurante resulta ganador en ese lance, generará un deseo en el consumidor, que se manifestará inmediata o posteriormente según las condiciones o que no lo hará directamente sino en la forma de una recomendación dada a un tercero que pueda a su vez convertirse en cliente. De perder en este juego, el efecto será precisamente el inverso.
Las proporciones en las que ambas cosas ocurren, fueron esbozadas anteriormente al referirnos a la promoción viral negativa y positiva. Baste decir esta vez que nunca destacaremos lo suficiente el impacto que el simple acto de mostrarle el menú a un pasante pueda tener para la promoción del establecimiento que es decir para su rentabilidad. Por ello es de suma importancia el componer lo que se dispone en dicho menú de tal forma que sea atractivo, fluido y coherente con el interés del restaurante.
Entonces... ¿Cómo se conforma el “buen menú"?