Río, río, río, río de verdad
Como un animal que
ha sido puesto en libertad
Silvio Rodríguez
Lo que continúa no es parte del plan... pero es que me he enamorado.
Y dicen que el amor justifica sus propios excesos.
¿Quién es ella?
Mejor ir desde el principio...
Una amiga de larga data me citó a encuentro de trabajo a las más condenadas deshoras posibles: 6 pm de un viernes. Vergüenza debería darle hacer algo como eso.
Quedamos en la Plaza Vieja y buscamos acomodo, la terraza interior de la Casa del Chocolate sigue siendo lugar íntimo y eran muchos los temas pendientes, así que era ya de noche cerrada cuando casi nos hicimos echar.
Pagué la cuenta a pesar de ser el invitado por lo que ella se sintió en el deber de compensarme:
- Te voy a llevar a un lugar...
Sonrió misteriosa.
Calle Sol, No. 12 e/ Avenida del Puerto y Oficios, La Habana Vieja.
El portón de madera afirmaba que bastaba empujar para acceder a las maravillas: Bianchini. Croissantería- Dulcería; estamos abiertos. El horario, sin embargo, afirmaba lo contrario. De acuerdo con este, estaban cerrados.
Había luz y ruidos en la ventana.
Tocamos.
Nos abrieron postigo.
Estaban cerrados. Lástima.
La puerta se abrió y la dependienta emitió la más sorprendente palabra que hubiera yo escuchado jamás de labios de un personero de una entidad del sector gastronómico cubano:
- Pasen
Para los que consideren exagero, les traigo a colación este clásico de los servicios en Cuba que responde al nombre de: "cambio de turno" ... ¿Han intentado alguna vez comprar una botella de agua durante un cambio de turno? Nunca les resultará más clara la crueldad humana. Eso durante el horario de operaciones. ¿Qué creen que sucedería en el caso de que el establecimiento estuviera cerrado?
Al entrar, la muchacha comentó algo que dotaba de lógica lo que hacía, pero no la escuché. No la escuché porque ya estaba enamorado del lugar y ya sabemos bien que cuando estamos enamorados, no escuchamos.
Era una habitación mínima de 4 x 6 a todo dar y soy optimista.
No se trata de que estuviera concebida y decorada con radiante buen gusto. Ni siquiera que hiciera eso en un oscuro callejón lateral de la Habana Vieja, que también se puede, la gente siempre puede y cada vez más y mejor.
El asunto radica en que cada objeto, las mínimas tazas de cerámica de la vajilla, el banco esquinado con sus cojines de color, los bolsos tejidos colgando del mueble de madera, los gatos, gatos, gatos de cerámica, barro pintado, papel, tinta, asomando desde los rincones… El asunto es que cada objeto parecía calculado hasta el milímetro para transmitir una dulzura que retaría a la lógica en cualquier otro lugar.
Allí adentro no, uno estaba perfectamente preparado para aceptar que era esa la mecánica del universo a pesar de que la dura realidad de la calle estaba a metros escasos.
Mientras tanto los dulces asomaban la oreja peluda debajo del mostrador, en la caja refrigerada, en platos y bandejas.
Mi amiga negoció a mis espaldas una dosis para llevar que me entregó en un cartucho. ¡En un cartucho! La última vez que alguien me entregó algo en un cartucho, Ronald Reagan y Bush Padre... en fin... ¿para qué explicarles a ustedes? Más del 30% de la población cubana ha nacido después de la Caída de los Cartuchos.
Aferré el paquetito de papel reciclado por si las moscas.
Tomé 3 volantes/menú, uno para mí, uno para mis amigos y el tercero para la primera persona con cara triste que me tropezara... el buen karma debe ser usado efectivamente y prontamente devuelto. Completamos el pedido con galletas de jengibre.
No tengo referente para determinar la calidad de las galletas de jengibre porque nunca las había comido antes, pero si estas son las malas, Mozart debe haberse atragantado con las buenas antes de componer su Rondo alla turca.
Fuimos calle arriba hablando de lo efímero de la existencia y de la rotunda pertinencia de la repostería y su lugar en el esquema de un universo mejor (que es posible). Dado el tema de conversación, también yo sospecho que la que elaboró las galletas se llama María.
Me vine a casa y contemplo el cartucho mientras escribo estas líneas.
Me levanto y lo tomo. Lo abro con cuidado.
Extraigo un cilindro de panetela envuelto en papel de colores. El centro está ahuecado y rellenado con crema. Consulto el volante/menú, esto (ladies and gentlemen) es un bizcocho de limón.
Tienen que comerse un bizcocho de limón o todo lo que han vivido hasta el momento habrá sido en vano porque sus vidas quedarán por siempre incompletas. El sabor a limón lo aporta la panetela, la crema es de leche, deben morder profundo para que se mezclen los sabores.
Mordisqueo el papel arrancándole migajas antes de darme cuenta de que ustedes me están mirando con cara rara. Lo echo a un lado avergonzado.
De vuelta al cartucho.
El otro dulce es más grande, es un soufflé de chocolate con pasas adentro.
Ahora, si eres una mujer soltera esto es lo que debes consumir. La necesidad de encontrar pareja y sus preocupaciones colaterales disminuyen drásticamente mientras tienes tu soufflé en la mano. De hecho, y a pesar de ser hombre (no creo ser sexista si hago notar la relación mística entre las mujeres y el chocolate, largamente documentada) pude percibir el efecto.
Todo lo bueno llega a su fin. Doblo cuidadosamente el cartucho y lo guardo entre los souvenires de tantos eventos memorables. Apilo esta cuartilla junto a las otras con los dedos pegajosos.
Epílogo
3 días después de haber escrito lo anterior, varios de los elementos del equipo AlaMesa hicimos incursión en toda regla en el lugar con la que complementar nuestras impresiones iniciales.
Los croissaints ameritan la fama: el olor de esas medialunas diabólicas evoca el de aquella manzana milagrosa del cuento árabe que Herminio Almendros incluyera en su "Oros Viejos".
Probamos una infusión que mezclaba aromas de manzana, canela, limón y otros. Tomamos raciones generosas de torta tres leches, pasteles tibios rellenos de queso. La dueña llegó justo a tiempo con los refuerzos para hacernos el equivalente repostero de un desfile de modas, con coloridas tartaletas llenas de fruta y unos mini muffins morenos con trozos de chocolate bien enquistados.
Con ella, Katia, hablamos de Silvio y Pablo y Sabina,, y de cómo el propósito de agasajar a sus amigos devino proyecto y luego espacio propio, hablamos de sus planes de lanzar un segundo lugar (no sé si deba decir dónde por el momento).
Sé que debería tener a mano una frase bien plantada para terminar también este ya extenso... quizá sirva simplemente el conminarlos: "Pasen".