Como homenaje a uno de los más grandes exponentes de las letras hispanoamericanas, este escrito será publicado exclusivamente en español.
As a tribute to one of the greatest exponents of Latin American literature, this writing will be published exclusively in Spanish.
En reciente ocasión y a propósito de géneros "que no vienen a cuento" (nos permitimos el rapto...) comentábamos que la gastronomía es presencia recurrente y casi obligada en las letras hispanoamericanas. La cocina y el acto de comer son parte esencial de las múltiples culturas que nuestro(s) idioma(s) compartido(s) unifican.
Gabriel García Márquez, autor e individuo, no pudo sustraerse de reflejar en su obra y en su personal cotidianidad, este maridaje perfecto entre lo literario y lo culinario. Una compilación exhaustiva de todas las referencias y pasajes relacionados con esto en sus 11 novelas y 37 cuentos requeriría un esfuerzo megalítico. En su lugar daremos cuentas de algunos ejemplos.
Pensemos en el café, para empezar. No es una bebida, es una institución sociocultural global y, en Colombia... nada menos y mucho más.
La novela que lo catapultó a una fama de escala internacional en 1967, "Cien años de soledad" contiene numerosas alusiones a esta infusión. Los miembros de la familia Buendía lo consumían en todo momento tinto y sin azúcar. Es por esta costumbre que al coronel Aureliano Buendía (2da generación) lo intentaron matar con un café que venía cargado con estricnina. Algunas citas ilustran lo anterior:
"El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestas a luchar contra el olvido: ésta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche ya la leche hay que herviría para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita."
Y en otro pasaje:
"A cualquier hora que entrara en el cuarto, Santa Sofía de la Piedad lo encontraba absorto en la lectura. Le llevaba al amanecer un tazón de café sin azúcar, y al mediodía un plato de arroz con tajadas de plátano fritas, que era lo único que se comía en la casa después de la muerte de Aureliano Segundo."
En "Buen viaje, señor presidente", primero de los "Doce Cuentos Peregrinos" al expresidente le prohíben comer carne, mariscos, tomar café, pero la inminencia de la muerte lo hace rendirse ante una taza de café "a la italiana, como para levantar a un muerto" y ante "una costilla de buey al carbón y una ensalada de legumbres".
Esta compilación de relatos cortos de diverso origen escritos entre 1976 y 1982 y finalmente publicados en 1992, es probablemente su obra con más referencias gastronómicas, desde el café anteriormente mencionado hasta la fonda en la que Billy Sanchez De Avíla cena en "El rastro de tu sangre en la nieve", pasando por el almuerzo que Miguel Otero Silva ofrece en "Espantos de agosto" y por los "Diecisiete ingleses envenenados" por la comida de un hotel en Roma.
"Me alquilo para soñar" también de esa selección, contiene la más memorable de las referencias gastronómicas. En él, García Márquez narra cómo Pablo Neruda siempre presidía la mesa con un babero que le ponía su esposa Matilde para que no se bañara en salsas. Un día en Barcelona...
"...se comió tres langostas enteras descuartizándolas con una maestría de cirujano, y al mismo tiempo devoraba con la vista los platos de todos, e iba picando un poco de cada uno, con un deleite que contagiaba las ganas de comer: las almejas de Galicia, los percebes del Cantábrico, las cigalas de Alicante, las espardenyas de la Costa Brava. Mientras tanto, como los franceses, sólo hablaba de otras exquisiteces de cocina, y en especial de los mariscos prehistóricos de Chile que llevaba en el corazón."
En "El General en su Laberinto", García Márquez recrea los últimos días de Simón Bolívar. A la mitad del libro, el General y su séquito llegan al puerto de Mompox, Colombia, donde los para la policía sin reconocer al General. Finalmente, descubren su identidad y creyéndolo aún Presidente de la Gran Colombia lo escoltan y le preparan banquetes. En un momento le es preparado un platillo de alboronía, una fritada de berenjenas, tomates, calabaza y pimientos picados y revueltos. No se lo comió, pues sucumbió antes al olor embriagante de las guayabas, que lo empacharon y le provocaron náuseas y retortijones.
En "El amor en los tiempos del cólera" la aversión que inspiran a Fermina Daza las berenjenas la llevan a contestar a la propuesta matrimonial de Florentino Ariza "Está bien, me caso con usted si me promete que no me hará comer berenjenas". En la cena de gala de bienvenida se sirvió un plato que Fermina Daza no logró identificar y del cual se sirvió dos raciones. Luego se enteró de que acababa de comerse con un placer insospechado dos platos rebosantes de puré de berenjena.
"Perdió con galanura: a partir de entonces, en la quinta de La Manga se sirvieron berenjenas en todas sus formas casi con tanta frecuencia como en el Palacio de Casalduero, y eran tan apetecidas por todos que el doctor Juvenal Urbino alegraba los ratos libres de la vejez repitiendo que quería tener otra hija para ponerle el nombre bien amado en la casa: Berenjena Urbino".
Al final de "Cien años de Soledad", en un Macondo "olvidado hasta por los pájaros, donde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar", los únicos felices eran Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula:
"Se entregaron a la idolatría de sus cuerpos, al descubrir que los tedios del amor tenían posibilidades inexploradas, mucho más ricas que las del deseo. Mientras él amasaba con claras de huevo los senos eréctiles de Amaranta úrsula, o suavizaba con manteca de coco sus muslos elásticos y su vientre aduraznado, ella jugaba a las muñecas con la portentosa criatura de Aureliano, y le pintaba ojos de payaso con carmín de labios y bigotes de turco con carboncillo de las cejas, y le ponía corbatines de organza y sombreritos de papel plateado. Una noche se embadurnaron de pies a cabeza con melocotones en almíbar, se lamieron como perros y se amaron como locos en el piso del corredor, y fueron despertados por un torrente de hormigas carniceras quese disponían a devorarlos vivos".
Foto tomada de http://www.behance.net/Tinti