Pocos clásicos del cine en cualquier género han provocado una fascinación tan profunda en el seno de la cultura popular como The Matrix y no vamos a especular por qué. A mí personalmente me legó esa frase de labios del traidor Cypher, que ha sido parte de mi arsenal de citas a lo largo de los años: Ignorance is bliss.
A esa la coloco en el mismo socorrido anaquel mental que media docena de referencias al Joker de Heath Ledger, lo cual es mucho decir porque “When you´re good at something, never do it for free” es objetivamente una frase bien útil.
Ver a mis padres maestros asumir los sacrificios que implican el ser bueno en esa profesión, la arruinó para mí. Conectar con restaurantes y con las personas que los hacen posible y ver desde adentro lo que lleva el administrar el más simple de esos lugares, me quitó todo deseo de jamás poseer, dirigir, administrar un restaurante. Ignorance is bliss.
Pero soñar es gratis y a mí me encantan las gratuidades. Así que si fuera yo a poseer, dirigir, administrar un restaurante, te diré lo que no podría faltarle.
Tendría que estar frente al mar o cerca de este, en algún lugar apartado que hiciera de la visita algo premeditado: que los comensales planificaran venir. Cocinaría con elementos locales una cocina sencilla pero de sabores profundos y las especias a utilizar se cultivarían ahí mismo. Tendría una estricta etiqueta casual, nada de pantalones o zapatos cerrados, no se podrá entrar en vestimenta formal, si no tienes chancletas, nuestro restaurante estará en capacidad de proveerte de un par. Nuestra comida no es para pies torturados.
Tengo hasta un nombre… Memory loss, aunque ahora, por culpa de este escrito he pensado en cambiarlo a Bliss. Igual la referencia a un clásico como Shawshank Redemption, es demasiado jugosa como para equiparar a The Matrix.
De todas estas notas mentales, discutía yo con la S., mi esposa y primera ministra de mi universo, mientras flotábamos sin rumbo entre las olas, a pocos metros de mi escondrijo secreto ubicado en… ¬¿No creíste realmente que te iba a decir dónde está mi escondrijo secreto, verdad?
Justo una de esas tardes de ocio, desenterramos a una vieja joya de las profundidades de Google Maps/Maps.me y empezamos a caminar rompiendo montes y ciudades hasta llegar a Il Piccolo.
Locación remota, mar al doblar de la esquina, dependienta sonriente, jardín de albahacas diversas, horno de leña y la cerveza más fría de la región. El lugar parece construido con restos de naufragios y ciclones, una madera de acá, una teja acanalada de allá, botellas vacías por decoración en la estructura de la entrada.
Nos pedimos unas brusquetas cargadas de ajo y tomate picado, unas anchoas y las correspondientes cervezas. Pero la estrella de las entradas fue sin duda una ración de sardinas frescas enharinadas y fritas hasta hacer las colas crujientes. Un cardumen de esos plateados pececitos nos había acosado uno de esos días de ocio en la playa y aunque yo no creo en la venganza, sí creo en la comida marinera, así que punto extra.
Las pastas al dente, en su preciso punto, sin una gota de agua al final, probamos 3 salsas, la más sencilla de las cuales era una mezcla de ajo, sal, aceite de oliva, picante, al que añadí una ración generosa de pimiento picante macerado y seco y una más generosa aún de parmesano.
Verdad de perugrullo lectora: tus pastas nunca serán mejores que cuando eres capaz de dominar esta salsa que es a la vez sencilla y fundacional. Para lo que estés haciendo, olvídate del tomate o la salsa de soya, enfócate en preparar una salsa con aceite y ajo que haga a la pasta deliciosa y si no puede, intenta otra vez hasta que lo logres. Sobre ese pedestal podrás entonces montar lo que desees.
Ese fue el caso de las otras opciones, que incluían pesto casero y tomate triturado (este último desafortunadamente industrial).
Las pizzas al horno de leña comenzaban su viaje en una mesa de elaboración ubicada justo frente a los clientes en una suerte de breve cooking show.
Buena pizza.
Dejo esa frase aparte para que se asiente (cómo los sabores del tomate y la albahaca tras unos días) en tu memoria. Compramos tanta y comimos tanta que escribo estas letras mientras saboreo la última cuña que encontró su camino en nuestro equipaje, de regreso a mi cuartel general secreto ubicado en… No, en serio… ¿De verdad piensas que te voy a decir dónde está mi cuartel general secreto?