El diccionario define el término "catedral" como un lugar de culto, y ciertamente este restaurante rinde tributo a la buena mesa. Llegar en cualquier horario del día y encontrar las mesas del portal y salón colmadas de personas, es una constante.
En este lugar, la vida parece marchar en una dimensión paralela al ambiente habanero que lo circunda. La música acogedora, el olor de la buena comida, y la sonrisa constante (y sobre todo franca) de cada una de las personas que te atenderán, logran escapar a cualquier ruido, condición climática o fecha atribulada.
Una casa familiar convertida en paraíso gastronómico ha sido el resultado de un proyecto que comenzó en un pequeño local llamado La Rosa Negra, para luego trasladarse en el 2013 al inmueble que hoy ocupan en Calzada y 8, Vedado y que renovando el nombre y la identidad visual, continúa apostando por ofertas de comida cubana e internacional.
Para su propietario, Diego Hernández, la mayor fortaleza de su restaurante es el compromiso de cada una de las personas que allí laboran. "El respeto hacia el trabajo de cada uno de ellos, se refleja luego en el trato con los clientes".
Otro elemento que ha incidido en el posicionamiento del lugar es la perfecta armonía que se ha logrado entre precio y calidad. "Hay restaurantes buenos muy caros y malos muy baratos", afirma Diego, al tiempo que reconoce que las ofertas gastronómicas han logrado un equilibrio que se constata no solo en cada cliente que regresa, sino además en los comentarios en las redes.
Las ofertas de cocina italiana incluidas en el menú, cuentan con la asesoría del chef italiano Paolo Poncia e incluyen pastas rellenas y pastas frescas hechas a mano, un verdadero lujo para paladares curiosos y que van desde la tradicional lasaña pero esta vez rellena en ragú de ternera, pasando por los raviolis de espinacas y queso mozzarella y con un plato estrella: Raviolis Nero di Sepia, que consisten en elaborar manualmente la pasta con tinta de calamar y prepararlos rellenándolos con salmón ahumado y queso crema.
El éxito alcanzado en estos años ha supuesto un desafío para continuar innovándose continuamente. El rediseño del local ha sido agradecido por toda la clientela: "Remodelamos y modernizamos el área de cocina, lo que nos dio la oportunidad de reacomodar un poco el restaurante de manera tal que las mesas y sillas quedaran un poco más separadas, debido a que una de las quejas que manifestaban los clientes era el ruido dentro del restaurante, lo que se debía a la cercanía entre las mesas".
Sin embargo, el cambio va más allá de una mera disposición en el mobiliario. Las ofertas de desayuno se renuevan: "por el mismo precio que vendíamos el desayuno anteriormente, ahora el cliente tiene la oportunidad de tomar de una pequeña mesa buffet con frutas, vegetales, pan, así como postres caseros para acompañar con los huevos que sí (se) siguen pidiendo a la carta."
Diego, versátil y multifacético sorprende con la promoción de un sui generis concurso: "Siempre hemos querido apoyar al teatro cubano y sobre todo el proyecto de Jazz Vilá con sus 3 obras de teatro anteriores, y ahora con Farándula". El certamen consiste en recolectar 5 tarjetas coleccionables, que se entregan gratuitamente en las funciones y cuyo premio es una cena en La Catedral con la actriz Camila Arteche, quien ha ganado popularidad en el panorama artístico de la Isla y cuyo carisma resulta un incentivo nada despreciable. La mezcla de gastronomía y teatro embulla a los habaneros a participar, mientras no pocas abuelitas tejen historias al respecto; comenta Diego que, "hay quien pregunta si es la obra de teatro de nosotros, o le preguntan a Jazz Vilá si el restaurante es de él. Simplemente se trata de una bonita amistad."
Para Diego "la fidelización es uno de los puntos clave para el rendimiento positivo del restaurante. Sin ese cliente del día a día no seríamos nada". Los clientes nacionales e internacionales se enamoran de La Catedral y te encuentras desde argentinos que cada vez que pisan la Isla, escogen el restaurante como único destino culinario, hasta jóvenes que hacen del bar, su espacio de distracción y deleite viernes tras viernes.
Alicia Martínez tiene 16 años y salió de Cuba siendo una niña. Cada vez que vuelve a su tierra natal, regresa a La Catedral y da rienda suelta a su entusiasmo por la tabla de embutidos parrilleros o el chilindrón de chivo. "En Puerto Rico jamás encontrarás un lugar así. De hecho en Cuba he visitado otros restaurantes, pero mi preferido por mucho será La Catedral", dice al tiempo que sonríe con malicia adolescente y nos cuenta que espera con impaciencia cumplir 18 años para pedir un Alexander.
Y también conocimos de Josi Alonso (Diego nos dijo que se llama Josefina, pero la anciana repitió varias veces Josi, y no seremos nosotros los que la contrariemos) una señora de 82 años que vive cerca del lugar y que va día tras día a almorzar, en el lugar que ya considera "su oficina". "Voy todos los días porque allí me siento como en mi casa", afirma la anciana y argumenta que entre sus trabajadores ha encontrado una familia que la ha ayudado hasta en momentos de enfermedad. "Ellos son muy cariñosos conmigo, pero además es un lugar muy bonito y acogedor y siempre lo recomiendo". Josi escapa de la pregunta sobre su plato preferido y refiere que para ella lo mejor son los gin-tonics, aunque afirma que lo mejor de la cocina es la sensación de que estás probando una comida hecha en casa. "Mis salidas son mi casa, La Catedral y la iglesia", sentencia.
Este ambiente barroco, real y maravilloso se respira diariamente en La Catedral. Sus clientes no olvidan cómo llegar y repiten una y otra vez. Quizás, porque al igual que Alicia y Josi, han encontrado la mejor comida del mundo, esa que te hace sentir que has llegado a tu hogar.