Algunos consejos para identificar a un buen bartender cuando se lo necesita.
Decía Mika Waltari que el expender espirituosos era oficio permanentemente lucrativo. Según él, los seres humanos usábamos la bebida como vehículo para interactuar con nuestra alegría o tristeza.
Las razones por las que una velada termina en la barra de un bar son diversas, pero cuando tales estrellas se alinean, la persona del otro lado de la copa debe reunir una serie de requisitos que garanticen que el ahogar tus penas o celebrar tus triunfos en su compañía valdrá la pena.
He aquí algunas de las virtudes que un barman debe poseer o al menos adquirir a lo largo de su ejercicio. He aquí algunas de las características que un aspirante a beodo debe buscar en aquel que le sirve los tragos.
Ordenado
Un buen bartender siempre sabe dónde está cada cosa. Primero, porque generar la impresión de desorden en los clientes, es inculcarles la percepción de que no sabe lo que está haciendo, de falta de profesionalidad. Segundo, porque la preparación de un cóctel de 5 ingredientes (por poner un ejemplo), tiene un tempo que se violenta si a esa hora implementos y elementos no aparecen, afectando de esa manera la calidad de lo que bebemos.
Buen aspecto
Ni bien parecido(a), ni hermoso(a), nótese. El cantinero debe inspirar confianza para hacer sentir cómodos a quienes acuden a la barra. El tipo de confianza que de manera instintiva no otorgamos a alguien desaliñado. La elegancia impone respeto, y tendemos a confiar con más facilidad en aquellos a quienes respetamos.
Higiene
Parte de la misma cosa. De la higiene también emana ese respeto que es tan necesario para una sana interacción en un bar. Un buen cantinero siempre tiene algo que limpiar y nunca está conforme. Su barra siempre está limpia y pulida.
Buen interlocutor
Un buen cantinero tiene que saber escuchar atentamente y responder, si se requiere, desde el interés. En buena medida es un terapeuta, que dispensa bebidas en lugar de medicamentos. ¿No son esa conversación y ese daiquirí una cura mucho más efectiva para ciertos males? Un buen bartender sabe mucho de deportes, política, moda, amores y por sobre todo, del incierto arte de vivir.
Discreción
A un buen cantinero nada lo asombra, nada lo escandaliza. Lo que sus clientes comparten con él queda en el marco de un vínculo casi sagrado que la ley aún no santifica, pero que está a la altura de un confesor o un psicoterapeuta. Un cantinero chismoso es peor que un cantinero borracho.
Paciencia
La paciencia es una de esas virtudes que en su justa medida beneficia a todo el que la posee. En el caso de un cantinero, significa la capacidad de dedicarle el tiempo necesario a una elaboración en particular y a cada una de ellas en general. Pero también, por supuesto, significa que tiene la capacidad de interactuar con toda clase de público sin que ello comprometa su habilidad.
Ojo clínico
Un bartender que adquiere (por el ejercicio de su funciones y la experiencia que ello emana) la capacidad para identificar cuando un cliente debe parar de beber y tiene la habilidad para hacérselo notar sin ofender, es un activo valioso para quienquiera que acuda a su barra.
Y una virtud extra:
Pasión
La cantina es un lugar a ratos ingrato y siempre duro. Requiere trabajar hasta altas horas de la noche y lidiar con toda clase de clientes y, si es posible, tornarlos en una única clase de clientes: los clientes satisfechos. No hay vuelta alrededor de eso, le tiene que gustar. El cantinero tiene que ser el hombre que tiene una sonrisa a las 11 pm que es exactamente igual a la de las 3 pm y que está en capacidad (si descubre que estás dispuesto a oírlo) de hablar dos horas acerca de las bondades de un determinado espirituoso, o de las técnicas necesarias para este o aquel coctel. O de los triunfos del equipo de béisbol o fútbol que se encuentren en alza en el momento, si eso ayuda a alguien a encontrarse a sí mismo sobre una barra.