Gonzalo de Quesada, patriota cubano y fundador del Partido Revolucionario Cubano, fue amigo personal de Martí, albacea de su obra literaria, la cual recopiló luego de la muerte de este. A él remitió el Apóstol su carta del 15 de abril que, de conjunto con los diarios de campaña, narra los eventos de su viaje a Cuba.
El plan de Martí y Gómez era llegar a Cuba a inicios de abril. Sin embargo, se frustra debido a la actuación del capitán de la goleta que debía trasladarlos. Este no solo fingió incapacidad para reclutar tripulación, sino que alertó a las autoridades de la isla de Inagua (posesión británica), donde se encontraban. Solo la oportuna actuación de Martí, en diálogo con funcionarios aduanales, impidió que confiscaran sus armas.
Pero se quedaban sin tiempo: España estaba cerca de descubrir los motivos de su ausencia de Montecristi y si eran descubiertos en Inagua, su situación sería comprometida.
Justo entonces llega el vapor alemán Nordstrand, a cuyo capitán se acerca Martí, quien consigna el resultado en la epístola a Quesada: «a la mañana siguiente, aquel duro Capitán, con asombro unánime, me rendía el barco».
Viajan con el Nordstrand hacia su destino original: Cabo Haitiano. Es gracias al apoyo del Cónsul de Haití en Inagua, Barbes, que obtienen los pasaportes necesarios para ello. Al mismo tiempo, el cónsul compra para ellos un bote que recogen tras su regreso de Cabo. Esa embarcación los lleva a tierra cubana el 11 de abril.
No se conocen detalles de la conversación entre Martí y el comandante del Nordstrand, Lowe, pero sí nociones de la impresión causada por este al Apóstol, a través de una epístola enviada también a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, en la que se le califica de «un hombre inteligente y digno de confianza». Martí termina esa carta diciendo: «lo que más deseo encarecidamente es que Uds. le puedan encontrar, y él encuentre con nosotros, un empleo permanente y provechoso».
Es muy interesante la primera cena de Martí en Cuba, pues se compone de 3 alimentos: queso, vino y galletas, que eran vitualla común en los viajes, debido a su resistencia a la descomposición. El volumen de la misma, un saco, al ser comparado con el resto de la carga que llevaban los expedicionarios, sugiere que los alimentos no eran una prioridad, pues pretendían, como sucedió finalmente, contactar a la menor brevedad a partidarios de la Revolución en Cuba que los ayudaran a abastecerse. Quizá, incluso, ese saco fuera una última cortesía del capitán Lowe.