Tenemos una ciudad de regalo: escenario, cómplice, antagonista, interlocutora, habitante de dimensiones convergentes. Amiga, confesora a ratos, burlona e ingeniosa. Tener a la Habana al lado, arriba, alrededor no es siempre lo que se desea: es una amante cruel, es la victimaria de infinitas travesuras cotidianas, del autobús que nunca alcanzamos (no importa cuanto entrenemos), de los vecinos escandalosos. Es a menudo la ejecutora de la voluntad manifiesta que emana de la aplicación de las Leyes de Murphy. Pero también es una flor del otro lado de una cerca y una torneada figura que se cruza con nosotros arrancándonos un silbido. La Habana es una sonrisa en los balcones y el olor del mojo invadiendo la acera. A esa compañera de miles de historias, felicitación, bombochíe y repostería en su 497 cumpleaños. Al resto de nosotros que no hacemos sino vivirlas, nos va el deseo de cumplir también muchos más entre sus calles.