Todo cortesía, el Chef Adrián Riera, fichaje estrella de este equipo, es quien nos regala esta dulce nota. Esperamos la saboreen ustedes con la fruición que a nosotros ya nos embarga...
Recuerdo la frase de un cliente el 31 de diciembre de 2006 después de cenar. Dijo exactamente: ¡Yo no pagué tanto dinero para comer boniato de postre! ¡¿Creerán que soy un perro?! Gratificante fue cuando, al final de la cena, la misma persona irrumpió en la cocina con una sonrisa entrecortada y la cuchara en la boca aún para pedirme la receta de mi versión del boniatillo (tatín de boniatillo semiduro flameado con escabeche de frutas exóticas y te de yerbabuena). Simplemente él no entendía lo que había probado, pero se iba del lugar con cara de asombro y el recuerdo de un sabor que le era conocido, familiar. El cliente confesó que se marchaba muy complacido y hoy somos grandes amigos.
En las nuevas generaciones de cubanos, desafortunadamente, muy pocos han tenido la oportunidad de disfrutar de un buen dulce casero después de un almuerzo o una comida. Tampoco de sentarse a los pies de las abuelitas y escucharlas hablar con nuestras madres y tías de cómo su mamá hacían esos inigualables manjares que les enseñó, a su vez, la tatarabuela que no conocimos. ¡Es una verdadera lástima! Hoy en día complacerse con un dulce de fruta bomba verde en almíbar y queso amarillo, una simple natilla con galleticas dulces, merengue y caramelo, o un exquisito majarete o atol de maíz después de una comida es algo muy extraño en los hogares cubanos.
Poco a poco la familia cubana se va identificando más con postres foráneos. Los han conocido por su repetida y popular aparición en los restaurantes y otros establecimientos privados y en muy poco tiempo han enamorado a un público con apetito de "aprender" y sin darnos cuenta se convierten en parte de la alimentación cotidiana de nuestro hogar. Con frecuencia se escucha comentar lo bien que la pasaron disfrutando de un cheesecake, un tiramisú o simplemente de una torta tres leches. Para muchos cocineros, y me incluyo entre ellos, resulta difícil promover el desarrollo de los postres caseros en los restaurantes porque no somos los dueños y estos prefieren apostar por clásicos internacionales para jugar "safe", como se dice en la pelota. Por fortuna, hay algunos restaurantes donde se encuentran representados estos postres de una manera original y sugerente.
Para bien nuestro no nacimos en la tierra de Las hermanas Tatin, ni en una floresta llamada selva negra. Nacimos, y me siento orgulloso de decirlo, en una tierra que me dio la oportunidad de ver las maravillas que se hacen con una mazorca de maíz al probar un majarete, o un dulce de coco alucinante en un cono de yagua, en el lugar más oriental de Cuba, o sencillamente de ver que con la yuca que utilizo para un casabe puedo hacer unos exquisitos buñuelos fritos. Me pregunto entonces por qué no buscar la fórmula idónea para venderlos. ¿Por qué los despreciamos tanto en la restauración cubana? Si algún día nos insertamos en la élite vanguardista de los fogones a nivel mundial debemos aprender un nuevo idioma culinario que hasta hoy desconocemos y que algunos no están interesados en conocer pero resulta muy importante para que los que están a la cabeza "nos descubran" y puedan conocer y entender mejor esa parte de nuestra maravillosa identidad culinaria.
No debemos cerrarle las puertas a la fusión, porque de ahí nacimos y sin duda alguna la fusión fue, es y será el símbolo más auténtico de la cubanía.
Propuestas:
- Tatín de boniatillo semiduro flameado con frutas exóticas en escabeche y te de yerbabuena.
- Lingote de majarete con sendero de rositas de maíz, hojuelas de maíz y nueces garapiñadas; salsa de cremita de leche, esencia de café y adornos con fanguito.
- Mousse de arroz con leche con bizcocho de limón y salsa de caramelo al ron.
- Mi cono de coco con sirope de naranjas dulces (versión 100 % comestible)
- Especial Turquino, tierras de chocolate y café