Cuando el 9 de febrero del presente el gigante del entretenimiento online Netflix, Inc. anunció que su servicio estaría disponible para nuestro país, no fueron pocas las repercusiones dentro y fuera del conglomerado de medios que usualmente cubren los acontecimientos de nuestra pequeña pero entusiasta (en lo que a producir historia se refiere) nación. El propio esquema de Netflix, el cual implica un pago online por la suscripción al servicio, cosa menos que imposible desde esta orilla, debido a... todos los factores involucrados en ello, convertía el anuncio en un gesto casi simbólico, pero con enorme significación.
Un hecho similar en términos formales, pero mucho más concreto, pareció, sin embargo, escapar a la atención de la mayoría de los medios, quizá opacado por las espectativas que generó en su momento la Cumbre de las Américas: el 2 de abril, un artículo del Wall Street Journal (WSJ) nos informaba que Airbnb Inc. había abierto operaciones en la Isla.
Para los no familiarizados… Airbnb es una empresa con sede en Estados Unidos e Irlanda que ofrece una plataforma para compartir casas (esto es, para intercambiarlas durante un viaje... sí, como aquella película de Cameron Díaz), pero también para publicar esas casas online de cara a que turistas puedan encontrar y alquilar alojamientos en su destino.
Ofrece varios centenares de miles de locaciones en 192 países y su popularidad es enorme, en particular en Estados Unidos y Europa Occidental, donde tiene instaladas varias sucursales.
La diferencia de este anuncio y el de Netflix (aparte de que no hubo un artículo de Gustavo Arcos al respecto), radica en que 2 semanas después aparecen más de 1000 casas particulares de 5 provincias cubanas en los resultados de búsqueda en Airbnb.
Lo más notable del caso es lo siguiente: la empresa cobra una comisión sobre las ventas realizadas por los propietarios de casas. Para ello estos últimos deben registrarse en el sistema mediante un formulario online. Sin embargo, dicho formulario no está disponible para Cuba en estos momentos.
El “¿cómo se hizo?” de esta explosión demográfica en Cuba merece un capítulo aparte que no es del interés de AlaMesa escribir. De acuerdo con fuentes autorizadas, Airbnb puede haber utilizado a sitios de reservaciones de esta índole establecidos por cubanos y que vienen operando en la Isla desde hace años con modelos similares al suyo para contactar a los propietarios para la firma de un convenio que establece el marco de trabajo, aunque los términos del mismo no han sido dados a conocer.
En cualquiera de los casos, y con independencia del camino que nos ha traído hasta aquí, las implicaciones de estos eventos dentro y fuera del negocio de los alquileres son sustanciales y ameritan, por sí solas, el monitoreo de lo que ocurrirá.
La MsC. Lisandra Torres, profesora de la Facultad de Turismo de la Universidad de la Habana y especialista en mercadeo electrónico, hacía un análisis al respecto en su blog. En el mismo apuntaba algunas de las repercusiones del asunto.
De acuerdo con ella, el contexto de recomposición de las relaciones bilaterales y las facilidades para el otorgamiento de licencias para viajar al país apuntan a un incremento de los viajes de norteamericanos a nuestra nación. Cifras preliminares y la opinión de los especialistas corroboran esto.
Sin embargo, en su opinión, la imagen que existe de Cuba en el mercado norteamericano es difusa, por lo que el involucramiento de una marca establecida, reconocida y popular como Airbnb, que además cuenta con un amplio historial de reembolsos y compensaciones, contribuiría a generar en los potenciales clientes una saludable sensación de seguridad.
Igualmente permitiría los pagos online a los que estos clientes están acostumbrados, con el beneficio adicional de librarlos de las tasas de cambio aplicadas.
Airbnb provee, además, alcance y visibilidad en la web, dado su posicionamiento. Las tarifas aplicadas por esta empresa, según el artículo del Wall Street Journal, son del 3% al propietario y del 6 al 12% al cliente. Esto mejora sustancialmente las tarifas aplicadas por la competencia en el país, que tradicionalmente han estado entre el 10 y el 20% cobrado todo al propietario, por lo que es probable que los precios sean más competitivos.
Por lo tanto, es previsible un incremento de los viajeros provenientes de un destino como Estados Unidos, pero sobre todo que, Airbnb mediante, los propietarios no estatales incrementen su parte en el segmento de viajeros individuales. Por otra parte, esto pudiera significar un rudo golpe para los pequeños operadores que, desde la Isla y/o fuera de ella, han estado sirviendo de intermediarios en este proceso y que pudieran verse literalmente “sacados del juego” por un pez tan grande como este.
Este incremento también generaría beneficios para el sector gastronómico, en particular para el segmento no estatal, en tanto parte de la oferta extrahotelera asociada.
En el mediano plazo, sin embargo, implicará que la infraestructura no estatal se verá precisada a crecer para absorber esos incrementos. La velocidad con la que ese crecimiento ocurra determinará los impactos para la disponibilidad de estos servicios y su precio.
Airbnb no es aún una empresa pública, por lo que deberemos depender de su buena voluntad y de la maledicencia del WSJ para tener datos del funcionamiento de este “experimento”, sin embargo, está claro que la percepción de su éxito será una invitación a grito pelado a que otros servicios y empresas relevantes se involucren en nuestro mercado.