Hoy inauguramos nueva etiqueta en nuestras bitácoras "Todos AlaMesa" y "Ajiaco Cubano". "Leyendo" compartirá con ustedes los más diversos textos y sus fragmentos, relacionados siempre con el universo culinario, y salidos de plumas más ilustres que la nuestra. Bien sabe usted, amigo que repasa esta letras, que la lectura es un acto de degustación en sí mismo, por lo que haremos desfilar ante sus ojos y papilas gustativas los más diversos platillos. Comenzamos, sin embargo, por el final, porque viene a cuento, esa lectura acompañada de una taza aromática, los dejamos con este texto del escritor mexicano Roberto Wong y salido de su blog, El Anaquel.
¿Se han fijado en la semejanza entre una cafetera y un reloj de arena?; me refiero a la cafetera de hacer café no a la de servirlo... pues esta semejanza no es casual...
Aún cuando era un endeble cono de tela sostenido heroicamente en flejes de lata el colador de café, antecesor de la cafetera y la máquina de expresso era una máquina de procesar tiempo a lo cubano;
Dígase la palabra mágica "café" y no importa cuantos minutos queden para su posterior cita o gestión ni la distancia ni el tiempo que se tomará en llegar; se detiene todo y se espera la coladita.
El buchito de tiempo, suficiente para animarnos, despertarnos, desemborracharnos, desamodorrarnos... está hecho con los elementos básicos: tierra, fuego y agua y también con el aire del soplido ritual a la superficie líquida precediendo la plegaria"¡está hecho con candela!", luego los labios en el borde de la tacita, el echar la cabeza hacia atrás y el gesto de complacencia y habremos terminado.
Es por ello que el cubano tiene dominado el tiempo, siempre llegamos a tiempo cuando para los demás es tarde; si de tarde se trata hasta a la república y a la democracia llegamos después que los demás; no hay a apuro ni para estos procesos históricos.
Es el tiempo del cubano oscuro y amargo, es por ello que se endulza con ese buen humor, polvo blanco que fuera primera industria de la isla por mucho tiempo.