El té es una infusión hecha con las hojas y brotes de la camellia sinensis.
No, no es así como comienza esta historia. El té es efectivamente una bebida obtenida de tal suerte e infusión tan popular que la frecuencia de su consumo a escala global ha sido a menudo comparada con la del agua, pero es, por sobre todas las cosas, un eje cultural.
Alrededor del acto de beber té se han tejido historias y rituales, se han construido costumbres que han quedado no simplemente en el acervo de un pueblo en específico, sino en su misma identidad. Nos resulta difícil pensar en rusos, japoneses o británicos sin que venga a la memoria en su inveterada, y en algún caso, deliciosamente adornada costumbre de sorber té de tacitas de porcelana.
Y por supuesto, detrás de todo patrimonio intangible de esta índole, yace un sustrato de historias y leyendas a compartir.
Por ejemplo...
A mediados del siglo XIX, Gran Bretaña era la potencia dominante, en control de casi la quinta parte de la superficie del planeta, sin embargo tenía una debilidad: la pasión de sus ciudadanos por el té, que para 1800 era la bebida más popular en la nación.
El problema es que todo el te existente entonces en el planeta provenía de China y Gran Bretaña no podía controlar la calidad o el precio. Así pues, en 1850 aproximadamente, un grupo de hombres de negocios británicos se dispuso a desarrollar la industria productora de té en un lugar que sí controlaban: La India.
La escritora Sara Rose describe en su libro "For All the Tea In China: How England Stole the World's Favorite Drink and Changed History como ello se convirtió en el más grande acto de espionaje corporativo en la historia.
" Esta tarea requería de un recolector de plantas, un jardinero, ladrón y espía, todo en uno."
Consecuente en su tradición en el espionaje, la maquinaria comercial británica encontró a un candidato, Robert Fortune que reunía todas las características necesarias, para que se infiltrase en China y escapara con la planta y los secretos de la producción del té.
Antes de que Fortune llegase, la solución encontrada había sido el intercambiar opio por té, este negocio, piedra angular del nacimiento de Hong Kong, no era del gusto del emperador chino que “detestaba que el intercambio se realizase con opio porque ello creaba una nación de drogadictos. Así que confiscaba todo el opio y lo destruía”, según dijo Rose en una entrevista en 2010. De acuerdo con ella, la cosa llegó a las armas, pero al final del día, las cosas quedaron claras: si se pretendía mantener el ritmo de consumo de té en Gran Bretaña y no tranzar con los chinos, habría que buscar la manera de cultivarlo.
Fortune, entonces... un botánico en una era de ascenso de las ciencias naturales en el Imperio. Muchos botánicos eran graduados universitarios y tenían preparación como médicos, pero Fortune era de origen humilde en Escocia y tuvo que labrar su propio camino aprendiendo desde la base y sobre la marcha.
En 1845, cuando tenía treinta y tantos años, partió en un viaje a China en busca de plantas y posteriormente escribió un diario en el que describió sus aventuras, que incluían el ser atacado tanto por piratas como por bandidos, enfrentar enfermedades y tormentas. Todo el viaje lo realizó disfrazado de mercader chino.
Fue este diario el que captó la atención de la sociedad victoriana, propiciando que Fortune fuera abordado por un representante de la East India Trading Company, una de las más importantes (sino la más importante) corporación multinacional del mundo en aquel entonces. La compañía reclutó a Fortune para que regresase a China y sacara de contrabando el té.
De acuerdo con la investigación de Rose, el objetivo era obtener “un buen stock de te de los mejores jardines de China, y expertos. Necesitaban que chinos fuesen a la India para enseñar a los plantadores británicos y a los jardineros indios”.
A pesar de los enormes escollos a vencer, Fortune lo logró. Se las arregló para sacar semillas de China hacia la India.
El impacto de este acto aparentemente aislado en el comercio global de té fue inmenso. En pocos años y con Fortune aun vivo, la India desplazó a China como el primer productor de la hoja a escala global.
Ello resulta sorprendente en sí para Rose, quien afirma que China aun hoy se está recuperando de ese golpe, tomándole más de 100 años el volver a tener un segmento significativo de un comercio de tal magnitud y ello solo debido al espectacular crecimiento económico experimentado por Asia en las últimas décadas.
Interrogada finalmente sobre si Occidente debía considerar a Rosa un héroe o simplemente un gran ladrón corporativo, la experta es categórica: Era un experto, un especialista en botánica, alguien que no se consideraba a sí mismo como ladrón de algo que no le perteneciera, sino alguien que estaba entregando al resto del mundo algo que era patrimonio de todos.
Con información de National Public Radio