No hace mucho, preparando las notas de una presentación sobre AlaMesa, caí en la cuenta de similitudes entre el manejo de un proyecto y la crianza de un hijo. Una aventura de esta índole siempre obliga a la preocupación y el amor propios de la maternidad/paternidad.
Las semejanzas entre ambas circunstancias son más evidentes si paramos mientes en los desvelos que implica tal crianza en la actual economía. Como un bebé, un proyecto debe ser nutrido y arropado y todo ello, a menudo, desde bolsillos poco profundos.
El niño que nos ocupa tiene infinitas y a menudo muy caras necesidades y es hijo de padres muy diferentes y con puntos de vista divergentes sobre qué juguetes comprar, cuándo y cómo. El film francés Trois hommes et un couffin pudiera ser un referente apropiado.
Cinq hommes et un reseau
Por todo ello, a estas alturas cuando el niño ya camina, hasta nos parecen simpáticas ciertas circunstancias que devienen anécdota.
Tiempo atrás, yo, receloso de la supuesta capacidad de las instituciones para hacer aparecer nuestro dinero en el momento y lugar requeridos, decidí poner los fondos necesarios para el funcionamiento del proyecto.
¡Corrijo!
Decidí poner los fondos disponibles (eterna e infinitamente menores que los necesarios) al alcance de la mano en mi librero.
La cosa estaba tan mala que en un rapto de ironía fueron a parar a Mientras agonizo de William Faulkner, representación de mi molesta sensación de estar arrastrando una carreta de macabra carga.
El impulso se hizo costumbre...Así para celebrar un repunte los moví a Mur a crever de Franketienne y cuando la situación se hizo más aguda, a La Caída de Albert Camus.
En la subsiguiente desesperación incluso probé a utilizar la lógica inversa: hundí los fondos en las páginas de La Edad de Oro de Gore Vidal para ver si atraía a la prosperidad y en las de Jobs de Walter Isaacson para ver si se nos pegaba algo (lo que fuera). Como es de esperar, la maniobra no tuvo el éxito deseado.
Agosto de 2013 trajo a nuevas personas y nuevas perspectivas. Para septiembre me permití un rapto de esperanza, y mudé la caja chica para Esperando a los bárbaros de John Maxwell Coetzee.
A finales de ese mismo año, en un rapto de audacia aun mayor la pasé para A salvo en el estío.
Fue por entonces que separamos el dinero de gastos corrientes de las inversiones, las cuales fueron a Moby dick y de lo que necesitábamos para promoción que fue a La dama frente al espejo de Virginia Woolf. El presupuesto de la fiesta anual de AlaMesa (el evento más importante del proyecto), aterrizó en Paseos por la Habana de Ciro Bianchi Ross.
La costumbre adquirida funciona como memento en más de un sentido.
Nos representamos el acto de criar un hijo a través de los hitos vencidos o pendientes, de los eventos trascendentales, de los paradigmas de éxito a los que aspiramos o que ya hemos alcanzado.
De esta manera a menudo olvidamos los desvelos y el acto permanente de sacar cuentas para que la sábana siempre corta cubra los pies y la cabeza.
Y los inquilinos de mi librero están ahí para recordármelo.