Por no imitar, bien calado aquello de que el que imita fracasa, yo ni Borges ni Cortázar : nací el 25 agosto. Tan astuta maniobra de mi parte me asegura, de convertirme en estrella de las letras hispanoamericanas, un lugar indiscutido en el calendario, cosa que agradezco.
No le quepa duda a quien pretenda trascender en cualquier área que esto de evitar la coincidencia con otra fecha relevante es asunto de suma importancia que puede por sí solo, opacar nuestra estrella y hacer intransitable nuestro camino al Olimpo. Para quienes crean que exagero solo 3 palabras: 17 de mayo.
Y yo la busqué bien: lo más relevante acaecido un 25 de agosto ocurrió en 1944 cuando Ernie Hemingway , escoltado por el ejército aliado (para su seguridad y la de Europa) tomó París con la subsiguiente y megalítica borrachera, trifulca y artículo periodístico (no en ese orden). Los pormenores del caso se diluyeron en el holgorio generalizado tras la salida de los alemanes de la Ciudad Luz. Afortunado yo.
Como malescribir siempre viene en compañía de bienleer, mis cumpleaños siempre han sido fiesta de los cuatro (no esos "cuatro" que están pensando, sino Jorge Luis, Ernie, Julio y yo) y en esta ocasión no fue particularmente diferente.
Mi Novia, conocida en 2 continentes, 3 niveles de enseñanza, 4 municipios habaneros y 5 países como "el alma de la fiesta". Se tomó en serio tal celebración para dos.
Flan de medianoche con cerillas en lugar de velas, chapuzón matutino, cabalgata hasta el centro de la ciudad, regalos, un frappuccino para el camino...
En un bazar se encontró un marcador de libros en cuyo dorso reza:
"Virgo: 23 de agosto- 22 de septiembre. Son prácticos, sensatos y de naturaleza crítica. Les gusta hablar y son buenos comunicadores."
¿Qué cosa es una "naturaleza crítica" a fin de cuentas? Busqué apoyo moral en la vendedora que puso cara de póker: business are business y yo me fui con el marcador dentro del libro de turno.
Andanzas más o menos y con el patrocinio del gremio de los almendroneros, desembarcamos en "La Catedral" para el apoteósico final de la velada.
No voy a atormentarlos con descripciones por dos razones. La primera es que como varios centenares de ustedes ya saben, escribí anteriormente sobre el lugar días antes de su inauguración augurándole toda clase de buenos auspicios y endilgándole comentarios mordaces alrededor de la decoración. La segunda es que probablemente ustedes hayan ido ya.
Toda la Habana parece haber ido a ese lugar tal y como parecen haber visitado su precedente: La Rosa Negra.
En cuanto a opiniones y reseñas, La Catedral parece tener la misma cualidad polarizante de los Industriales . Hay catedralistas y anticatedralistas acérrimos. Uno de esos rincones que adoras o detestas según creo y dejo a ambos bandos el delimitar las proporciones en que ello ocurre.
Comprenderán entonces el que fuesen muchas mis previsiones al traspasar la entrada del lugar.
La Catedral es una casona del Vedado remodelada al efecto, con 4 espacios destinados a los comensales: el portal, dos salones atestados en las dos crujías consecutivas y una habitación independiente, casi toda ocupada por la barra en forma de U. Esta última hace las veces de un bar más que constreñido desde el que, además, se expenden todas las bebidas del lugar, incluidos los cocteles y preparaciones con café.
Lunes, 4 p.m. lleno entonces es lleno siempre.
El niño y la abuela, la peña de amigos en chancletas, los dos turistas franceses amantes del color local, el familión que vino de vacaciones desde el continente, los amantes jóvenes, las oficinistas maduras fuera de servicio. Llega el punto en el que esperas que de alguna esquina salte D'Artagnan para retar a duelo a los guardias del Cardenal. Los sendos juegos de cuchillos colocados a guisa de adorno sobre la ventana de salida de alimentos de la cocina no contribuyen a disipar tus temores.
El ambiente era, por etiquetarlo con un eufemismo propicio, "enérgico".
Enérgico como un jacuzzi de Red Bull.
El servicio es obviamente veterano de mil batallas, y como no serlo con semejante avalancha. Nos atendió una chica que nos impidió ordenar hasta los postres. Solo los entrantes (no pedimos nada, solo una limonada frappé), y el plato fuerte. Lo que quisiéramos después, debíamos pedirlo después.
Mi muy sensible sentido del "yo-hago-lo-que-me-da-la-gana-porque-soy-el-cliente", séptimo sentido (gusto, tacto, oído, olfato, vista, ridículo ajeno y ese) que tengo bien desarrollado, me envió señales de alarma pero al final del cuento, como dicen en una de mis películas preferidas : "Sphinx knows best".
Resulta que, como se verá, hubiéramos tenido que cancelar los postres.
Mientras esperábamos las bebidas iniciales toda la dotación del turno se congregó alrededor de la mesa de al lado (delantales rojos y shorts cortos por doquier. El Hentai ha calado profundamente en el subconsciente colectivo cubano), y portando un trozo de cake en cuyo centro habían colocado una vela del tamaño y forma de un misil SCUD, comenzaron a cantar un entusiasta "Happy birthday".
Regalé a mi Novia con la más disuasiva de las miradas homicidas. Yo tengo dignidad.
Algo que reseñar y de lo más positivo. El servicio fue coordinado como un ballet y extremadamente efectivo. Entrantes, platos fuertes, tragos, chequeos de rutina, cuenta, recomendaciones... todo lo necesario para hacernos sentir bien fue ejecutado en perfecta sincronía por miembros diferentes del equipo. No necesitaban conversar, parecía ensayado hasta el instinto.
Pedí el Maitre d'Hotel. Esto es un perfecto rectángulo de pescado de 240 cm2 (sí, medí el pescado), acompañado de dos guarniciones de mi elección: un arroz blanco que no probé (reitero: 240 cm2) y unas mariquitas de plátano. El pescado estaba, léanme bien, excelente.
Mi Novia se ordenó la tal "brocheta tres cerditos" con un toque de romero y guarnecida de vegetales diversos salteados con mantequilla.
En beneficio del mercadeo y la justicia, recomendaría al propietario añadir a la carta una nota al pie de este plato que advierta a los conservacionistas: "Varios cerdos morirán durante la confección de esta brocheta".
Amigos, a aquel pincho lo habían atiborrado con suficiente carne de puerco como para poner en peligro la práctica de la religión musulmana en un país del Medio Oriente de modestas dimensiones. Dígase, Omán, Bahréin...
Tres tipos de cerdo a cuál de ellos menos halal : fresco, ahumado y bacón o algo por el estilo.
Mi daiquirí de rigor (a fin de cuentas Hemingway había saqueado... digo, liberado París en esa fecha), vino nada menos que en un vaso pilsen con base , en lugar de la copa de coctel de rigor, pero por lo demás la fórmula estaba en excelente proporción.
Mi Novia ordenó su Cubanito de siempre, una mezcla que yo personalmente soy incapaz de tragar. No me crean a mí, pero tengo entendido que en la receta para su confección se incluye el sumergir una pizza napolitana en ron y exprimirla.
Ella, sin embargo, parecía encantada al punto de felicitar al barman.
Pasamos de la tarta de limón que simplemente no cabía dentro de la piara que acabábamos de consumir. Juguetee con un deplorable jugo de mango y pedimos la que resultó ser la cuenta más exigua de "Lugares" en el 2014.
En este punto me levanto y golpeo mi copa con el cuchillo para atraer la atención de José Luis, Ernie y Julio, sentados alrededor de la mesa:
Amigos co-cumpleañeros, brindemos por La Catedral un lugar bullicioso hasta el tormento, con un servicio organizado y muy ocupado, un buen barman, raciones pantagruélicas de una comida sabrosa y unos precios hipercompetitivos. Que nunca le sean pocas las invasiones de parientes del continente.